Desde mi ventana contemplo el fluir de los días; a veces vuelan, a veces caminan lentamente, y no hay posibilidad de alterar su ritmo. Al otro lado sucede la vida que dibuja miradas, deseos, añoranzas, árboles en los ojos o nieve en el corazón, hielo en la lengua o calor en las entrañas. Son las huellas que quedarán diciendo en voz alta los nombres que las formaron. Y no son dos personas distintas el poeta y quien se levanta cada mañana para ir a trabajar o al mercado y se topa con unos ojos que piden compasión, o quien resiste y anima a resistir para vivir alerta ante estos días que no alteran su ritmo.
Es así como cada poema tiene
un corazón que late con palabras.